No cabe duda que estamos en lo que parece ser el inicio de un gran cambio en la educación. Cada vez más apostamos por adecuar nuestros centros y nuestras metodologías a la sociedad de nuestro siglo y la formación de nuestros alumnos la encaminamos hacia un futuro que desconocemos cómo será, ya que es muy difícil saber qué nuevos cambios nos traerá de aquí a quince o veinte años un mundo en constante evolución. Lo que sí sabemos es que ese mundo estará tecnológicamente muy avanzado, que las comunicaciones serán instantáneas y que valores como el trabajo en equipo, el cooperativo y la creación de nuevos productos, servicios, tipos de empleos y dispositivos generarán en nuestros alumnos unas necesidades formativas que requieran grandes dosis de creatividad, capacidad de adaptación y dominio tanto de idiomas como de informática.
La clave en todo este cambio tan necesario en nuestras vidas y, por supuesto, en nuestras aulas, está en el profesorado y en las familias. Nuestros alumnos, nuestros hijos, están altamente capacitados para desarrollar todo lo que les pedimos que trabajen con ordenadores o cualquier dispositivo móvil. De hecho ya lo hacen en su tiempo libre. Juegan con videojuegos online, se relacionan a través de multitud de redes sociales y están conectados desde las más diversas plataformas digitales con gente de todo el mundo, de quien no conocen sus caras pero con quien comparten sus gustos. Todo eso lo hacen cada día millones de niños y jóvenes en todo el planeta. Lo hacen en casa y en la calle, en la soledad de su habitación o en medio de un parque. El único sitio donde no lo hacen es la escuela.
Y muchas veces los profesores tomamos esto como un logro. Hemos convertido los colegios en un lugar en el que la vida de los jóvenes del siglo XXI se desconecta al entrar en una máquina del tiempo que les lleva a un momento de la Historia que les es extraño, porque no es su momento, sino que es el momento y la escuela que tuvimos sus padres y sus profesores. Y ese el mismo momento y la misma escuela que tuvieron nuestros padres y abuelos. Y así hasta muchas generaciones atrás. Pero no es su momento de la Historia.
Hay muchos autores que hablan sobre la necesidad de un cambio profundo en los colegios. Uno de ellos es Marc Prensky, quien en su muy recomendable libro Enseñar a nativos digitales pone este apelativo a aquellos que han nacido en la era de la comunicación, aquellos cuya vida comenzó después de la expansión mundial de Internet, que no conciben un mundo no digital o táctil. Porque es el mundo en el que han nacido y el que les tocará liderar en un futuro para el que depende de nosotros que estén preparados.

